AÑO: 2007
DURACIÓN: 113 min.
PAÍS: Japan
DIRECTOR: Hitoshi Matsumoto
GUIÓN: Hitoshi Matsumoto, Mitsuyoshi Takasu
MÚSICA: Towa Tei
FOTOGRAFÍA: Hideo Yamamoto
REPARTO: Hitoshi Matsumoto, Riki Takeuchi, Ryunosuke Kamiki, Itsuji Itao
PRODUCTORA: RealProduct / Yoshimoto Kogyo Company
GÉNERO: Comedia.
Desde aquel lejano año de 1954 con la aparición de Gojira (Godzilla) la cinematografía del país del lejano oriente jamás volvió a ser la misma como tampoco fue igual la percepción que el mundo occidental tuvo del pueblo nipón, todo gracias a infinidad y décadas de productos del conocido subgénero cinematográfico llamado Kaijú (cintas sobre monstruos) en donde el icónico mounstro creado por los estudios Toho se enfrentaba a infinidad de amenazas que abrumaban al pueblo japonés, como arañas mutantes del espacio exterior o criaturas muy parecidas al propio dinosaurio protagonista; hasta se llego a enfrentar con el propio King Kong en 1962 (claro en versión nipona) en el título Godzilla vs King Kong. Sin embargo el género no solo se quedo ahí y desencadeno otros productos como series de televisión, ¿quien no recuerda Ultraman? ese jocoso superhéroe creado a finales de los años sesenta y principios de los setentas, ataviado con un traje en blanco y rojo que también defendía al planeta tierra de monstruos que destruían las maquetitas de fomi y cartón que pasaban por ciudades.
O aquella mítica Mazinger Z del año 1972 (serie que su servidor disfrutaba cuando era un crió) donde el joven Koji Kabuto manipulaba al armatoste metálico para enfrentar a los monstruosos robots que enviaba el maléfico Barón Ashura (al cual veía como un travestí, jajaja) para conquistar al mundo (risas malignas de fondo). Y por último y ojala pudiera sacarlo de mi mente, se encuentran los nauseabundos Power Rangers, serial televisivo creado en 1993 el cual desencadenaría varias temporadas y una cinta en 1995, la cual tuve la desgracia de ir a ver al cine (uaghhh!!, no me culpen pero ¿que podía hacer si ese verano no había otra cosa mas que Batman Eternamente? la cual también visione como un masoquista, jajaja). Pero bueno el respetable se ha de preguntar ¿que tienen que ver todos estos razonamientos nostálgicos que su servidor ha hecho con la cinta de Hitoshi Matsumoto? Pues estos me sirven para contextualizar el entorno cultural, discursivo y por supuesto cinematográfico del cual esta empapado El Gigante de Japón.
Título que plantea su premisa en un falso documental en el cual se explora el cotidiano de Masaru Daisato (Hitoshi Matsumoto), hombre común y corriente que se descubre desprovisto de encanto tanto físico como emocional (esta divorciado de su esposa y solo ve a su hija de ocho años una vez al año por que la madre de esta le prohíbe el contacto frecuente ya que le causa pena que sepan que Masaru es el padre) y el cual sustenta su existencia en una labor que tanto su abuelo como su padre han realizado durante años (aunque le guste en absoluto), y esta es la de ser una especie de héroe nacional que salvaguarda el bienestar de los habitantes de Japón convirtiéndose en un gigante que lucha contra amenazantes y grotescos monstruos que llegan a la ciudad para sembrar el terror (la transformación es por demás jocosa como humillante pues conectan una fuente de poder eléctrica en las tetillas del protagonista para que pueda acrecentar su tamaño, para quedar ataviado con tan solo un calzoncillo y un tolete como arma, jajaja); aunque esto le valga el rechazo y desprecio de la de la ciudadanía, pues estos encuentran en Masauro (mejor conocido como Dai-Nihonjin cuando se vuelve gigante) una especie de bufón mediático que tiene como único objetivo elevar los ratings televisivos para anunciar un sin fin de marcas que patrocinan dicho espectáculo, mientras la moral y el físico del protagonista quedan mermados a cada enfrentamiento que sostiene.
Es asi que con este inteligente y perspicaz planteamiento el director y protagonista del film Hitoshi Matsumoto nos lleva de la mano a través de un viaje existencial y cultural lleno de un humor ácido y no menos punzante, el cual hace clara referencia a gran parte de la cinematografía nipona y el subgénero Kaijú; discurso que nunca se percibe anacrónico gracias a que cuenta con un guión en el cual se descubren infinidad de capas que el espectador puede descifrar, y es que si uno observa con atención ya de entrada El Gigante de Japón se preocupa por que el respetable se crea esta farsa a través de ese artilugio narrativo que supone el falso documental el cual disecciona las motivaciones del protagonista para que sintamos empatía por lo que esta viviendo.
De ahí que en un principio probablemente el espectador quede un tanto desconcertado en los primeros minutos del film cuando todo parece indicar que estamos presenciando una especie de drama existencial (que en cierta forma también lo es) pues estos momentos ahondan en las motivaciones de Masaru Daisato y las consecuencias de estas, empero conforme avanza la trama y vemos en acción a nuestro desdichado héroe también podremos comprender que ese gigante ataviado solo con unos calzoncillos azules es tan bien una especie de símbolo que lucha contra aspectos tan perturbadores como la locura (la surreal vuelta de tuerca que depara el final del film deja claro este aspecto), las consecuencias que provoca el uso desmedido de las nuevas tecnologías y sus efectos en los individuos; y por supuesto también se puede divisar cierto discurso ideológico cargado de sarcasmo ante la forma en como el mundo occidental aun sigue viendo a la cultura oriental (no es casualidad que todos estos elementos discursivos converjan en una cinta de monstruos).
Por tal motivo la narrativa del film es la adecuada gracias a un ritmo pausado que por momentos vuelve a este una especie de alegoría bastante onírica (repito el final es muestra para partirse de risa y preguntarse ¿qué jodido está pasando?), incluso aun en las escenas de las batallas que sostiene Dai-Nihonjin con sus oponentes esta nunca pierde ese toque alucinador, con decir que el diseño de los monstruos en ocasiones raya en lo grotesco (uno de estos parece un enorme pene, un ojo con patas, o un bebe por mencionar algunos) y en lo jocoso. Mención aparte merecen los efectos especiales y el diseño tanto de las criaturas como de los fondos en donde se desarrollan las peleas (que por lo regular son ciudades) ya que estos no se descubren sobrados o exagerados, inclusive me atrevería a decir que guardan cierto realismo dentro de lo fantástico del relato y por supuesto conservan esa estética de manga tan peculiar del material en el que se basa el autor.
Las actuaciones son correctas, aunque debo resaltar que todo el peso de la trama recae en el excelente trabajo actoral de Hitoshi Matsumoto quien logra transmitir toda la gama de emociones que exige su personaje ya sea como un simple hombre o como gigante, por lo cual es indiscutiblemente el protagonista del film. Asi que no me queda más que recomendar El Gigante de Japón pues es una cinta inteligente, mordaz y por supuesto lúdica, que aunque cuenta con un planteamiento bastante ominoso sobre la condición humana no deja de ser entretenida al tiempo que deja varias interroantes al espectador que se de la oportunidad de visionar tan peculiar trabajo cinematográfico.
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