AÑO: 1977
DURACIÓN: 94 min.
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Woody Allen
GUIÓN: Woody Allen & Marshall Brickman
FOTOGRAFÍA: Gordon Willis
MUSICA: Varios
REPARTO: Woody Allen, Diane Keaton, Tony Roberts, Carol Kane, Paul Simon, Janet Margolin, Shelley Duvall, Christopher Walken, Colleen Dewhurst, Sigourney Weaver
PRODUCTORA: United Artists presents a Jack Rollins / Charles H. Joffe Production
GÉNERO: Comedia.
“Y recordé
aquel viejo chiste. Aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice 'doctor, mi
hermano está loco, cree que es una gallina' y el doctor responde ¿pues porque
no lo mete en un manicomio?' y el tipo le dice 'lo haría, pero necesito los
huevos', pues eso es más o menos lo que pienso sobre las relaciones humanas ¿sabe?
son totalmente irracionales, y locas, y absurdas; pero supongo que continuamos
manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos.”
Probablemente este título represente el punto
álgido en la carrera del maestro neoyorkino ya que supone ese equilibrio perfecto
entre el fino humor que Allen implementaba en obras previas y la adición de
drama existencialista, al tiempo que se nos presenta a ese fresco y memorable
personaje que definiría al propio Woody como el eterno neurótico de buen
corazón. Y es que hablar de Annie Hall es adentrarse en ese universo netamente Alleniano
donde convergen todas sus pasiones que van desde las referencias a Bergman o
Fellini (sus eternos maestros), su postura política y por supuesto esos miedos
que a todos los seres humanos nos embargan en lo más profundo de nuestro ser
como son la trascendencia, el amor o la muerte y que por supuesto aquí son retratados
de forma honesta.
Incluso desde la primera toma que abre esta
exquisita cinta, el espectador descubrirá que esta se trata de la obra más
personal e intimista de Allen (se nota los rasgos autobiográficos), pues el
propio autor quien aquí interpreta a un comediante llamado Alvy le habla
directamente al respetable para contarle la agridulce historia de amor que tuvo
con una bella mujer llamada Annie Hall (Diane Keaton), dama que vino a moverle todo el esquema en su vida al descubrirse
como un ente independiente, inteligente y libre sexualmente, por lo cual era
indudable que un sujeto como Alvy (quien lleva una vida más o menos monótona) quedara prendado a
esta cuando descubre la particular visión que esta tiene sobre la vida.
El hecho es que Alvy (Allen) se nos muestra como un
sujeto algo inseguro de sí mismo pues en su niñez su formación al judaísmo le
prohibió varias cosas, pero tal vez una de las más representativas fuese la de no
poder expresar su sexualidad, si no basta con ver como el presente asiste a los
años mozos de colegio donde un joven Alvy de unos seis años sin más ni más besa a una compañera de clase,
lo que causa obviamente el disgusto de la maestra y el de la niña, jajajajaja.
De hecho este segmento es bastante divertido y por supuesto encontramos un
análisis muy puntual y mordaz sobre el
psicoanálisis, aspecto que Allen ha abordado infinidad de veces en su obra para
entender su propia naturaleza y por supuesto para pitorrearse de la misma.
Por supuesto la personalidad de
nuestro protagonista es aún más compleja e interesante con todo y sus manías,
por lo cual también ha desarrollado un
sentido bastante exquisito (por no decir sardónico) sobre la condición humana,
y cito uno de sus fabulosos diálogos "Creo que estoy
obsesionado con la muerte... Tengo un concepto muy pesimista de la vida. Para
mí la vida oscila entre lo horrible y lo miserable. Lo horrible sería los
enfermos incurables, los ciegos y los inválidos... y los miserables nos incluye
al resto de nosotros"
Es por esto que ha desarrollado un sentido del humor bastante peculiar,
motivo
por lo cual comenzó su carrera como cómico escribiendo chistes para otros hasta
que se dio cuenta que era lo suficientemente talentoso para contar sus propias
bromas, lo que le ha permitido tener participación regular en televisión (aspecto
que lo ha transformado también en una especie de celebridad, algo que odia por
cierto, jajajaja), de ahí que Allen
vuelva a anotarse otro punch con uno de los gags más soberbios del film (y vaya
que hay muchos) cuando este y Annie (Keaton) se encuentran formados en una
larga fila para ver una cinta de Fellini y un sujeto bastante pedante que se
encuentra tras la pareja comienza a expresar
de manera bastante grandilocuente sus impresiones sobre la obra del director
italiano y cómo la televisión ha afectado al cine. Por supuesto nuestro amigo
Alvy no soporta la petulancia y presunción
del tipo y de manera bastante puntual, Allen rompe la barrera narrativa del
filme y se dirige al espectador para decir que este tipo debería guardarse sus
comentarios para sí mismo por lo poco sustentables que son, jajajaja.
Por si fuera poco el sujeto también se dirige con
el respetable y defiende su postura argumentando “¿acaso no puedo expresar lo
que pienso?”, acto seguido Allen confronta al individuo por sus posturas poco
acertadas con lo que respecta a la influencia de los medios en la psique del
sujeto y para sorpresa de todos trae a escena a Marshall McLuhan (jajajaja) y
el tipo que se creía una eminencia se queda con cara de idiota al no poder
respaldar sus argumentos, jajaja. Definitivamente esta secuencia es una demostración
de la genialidad que Allen tiene para que en pocos minutos suelte infinidad de disertaciones
sobre política, arte y filosofía sin resultar grandilocuente, y por supuesto
para descubrir que este maneja bastante bien los tiempos narrativos rompiendo
el discurso lineal y utilizando el sentido metalingüístico.
Y es que esta cinta es bastante redonda pues el
punto nodal es ese análisis meticuloso y si, intelectual sobre las relaciones
de pareja, donde Allen aborda las diversas etapas que experimenta el sujeto
cuando decide involucrarse emocionalmente con su contraparte, es por esto que
aquí se retratan esos pathos que hacen que las relaciones interpersonales
resulten tan interesantes, absurdas pero inevitablemente necesarias para el
individuo postmoderno. De ahí que aspectos como la atracción, el enamoramiento,
la crisis y el inevitable rompimiento de la pareja protagonista sean abordados
de forma jocosa, honesta y por supuesto emotiva, todo gracias a una soberbia
exploración de los personajes los cuales no tardan en causar empatía con el
espectador gracias a que se perciben naturales y cercanos, sobre todo porque
Allen evita los arquetipos en cuanto a la naturaleza entre hombres y mujeres.
De ahí que también sea una
grata sorpresa descubrir que el personaje de Annie Hall (soberbia Diane Keaton)
se descubra como ese ente independiente, con capacidades intelectivas y libre
en su sexualidad (basta con descubrir que es esta la que corteja al personaje
de Allen y es en ese momento que con el paso del tiempo comienzan una relación)
por lo cual se puede inferir que Allen entiende y respeta la naturaleza de la
figura femenina, por tal motivo también encontramos a una Annie frágil y
emocional por momentos, aspectos psicológicos que quedan bien retratados todo
gracias a la natural y magnífica interpretación de Diane Keaton quien se
mimetiza de su personaje y nos entrega uno de los personajes más entrañables en
la filmografía de Woody Allen. Por otra parte también es indudable que la cinta
funciona gracias a que Allen ahonda en su propia historia familiar y retrata
las vivencias que lo formaron como individuo, esas vivencias que son las del
sujeto común y corriente, por lo cual no hay problema en que el respetable se
identifique con el personaje central, pues este se descubre honesto y cercano.
No es casualidad que dicho filme significara un
parte aguas para el cine norteamericano a finales de la década de los años setenta
por sus planteamientos filosóficos y sociales, de ahí que aun a casi cuatro
décadas de su gestación dicho largometraje se siga percibiendo fresco, por
momentos incendiario incendiario y despojado de cualquier ampulosidad
discursiva; por lo cual igualmente el personaje que pone nombre al séptimo
filme de Allen también se volviera un referente cultural que sigue permeando
per se hasta nuestros días. Por supuesto todavía es importante mencionar que
los dos personajes principales se ven arropados por unos secundarios de lujo
interpretados por actores como unos jovencísimos Christopher Walken y Jeff Goldblum, o Tony Roberts, por
mencionar algunos, personajes que aportan en demasía el planteamiento que Allen
nos cuenta por lo cual el discurso se redondea magníficamente.
Por supuesto el apartado visual
es una parte fundamental en la historia, y como sucediera posteriormente en
Manhattan (1979), la ciudad que nunca duerme se vuelve pieza fundamental para
que el relato funcione, y es que la gran manzana se torna como otro personaje
más dotando de personalidad al mismo. Así mismo algunas técnicas visuales
usadas por Allen además de percibirse originales también refuerzan algunas
alegorías como cuando Annie y Alvy tienen sexo y ella se desprende de su cuerpo
para pensar en otra cosa porque no disfruta del acto (jajaja), o la animación
en dibujos animados donde Alvy sostiene una conversación con la bruja de Blanca
Nieves refiriéndose a las características psicológicas del porque el hombre
escoge a ciertas mujeres (este es todo un logro visual y discursivo).
Así que estimados lectores si
aún no ven Annie Hall o no la han visto hace un rato no duden en revisarla,
pues podrían llevarse una grata sorpresa como su servidor quien después de años
de no verla volvió a encontrar en esta una cinta intimista y honesta en su
discurso, la cual por momentos te lleva de la risa a la reflexión y de esta al
llanto y de nuevo te saca una sonrisa (cosa que no he visto en años
señores) pero lo mejor de todo es que
esta plantea un válido análisis sobre esos aspectos efímeros (como la vida, la
muerte, la fe, el sexo, etc.) que siempre permearan en lo más profundo del ser
humano y que como lo hiciera también el grandioso Ingmar Bergman en su
filmografía, el también gran Allen
sabe cómo explorar dichos cuestionamientos pero con un poco de humor, asi que ¡Larga
vida a Woody Allen!
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