AÑO: 1969
DURACIÓN: 145 min.
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Sam Peckinpah
GUIÓN: Walon Green & Sam Peckinpah
MÚSICA: Jerry Fielding
FOTOGRAFÍA: Lucien Ballard
REPARTO: William Holden, Ernest Borgnine, Robert Ryan, Edmond O'Brien, Warren Oates, Jaime Sánchez, Ben Johnson, Emilio Fernández, Strother Martin, L.Q. Jones, Bo Hopkins, Alfonso Arau
PRODUCTORA: Warner Bros. Pictures
GÉNERO: Western
De la extensa filmografía de Sam Peckinpah solo he visto cuatro cintas incluyendo esta, las otras son Perros de Paja de 1971, La Huida de 1972 y Pat Garret y Billy The Kid de 1973, y debo decir que con esto puedo hacerme una idea de la visión tan particular que tenía el director sobre la condición humana, pues en sus relatos los personajes son hombres lacónicos, perdedores, incluso hasta amorales (seres humanos pues), tratando de sobrevivir a su entorno, a ese medio adverso donde los happy ending no tienen cabida y la violencia cargada de lirismo reclama a gritos el verdadero significado de la vida.
Con La Pandilla Salvaje pasa lo mismo, ya que Peckinpah se centra en contarnos las andanzas de unos ladrones de bancos, ex convictos, tipos que podrían considerarse como la lacra de la sociedad que no dudarán en mancharse las manos de sangre con tal de obtener sus objetivos, empero, contrario a lo que se podría pensar, estos conservan dentro de su muy particular visión del mundo cierta ética que los aleja de ser animales (como en algún momento lo dijera el personaje que interpreta Ernest Borgnine) y esta es que no matarán a gente inocente por el puro gusto de hacerlo.
La cinta comienza con una excelente secuencia de créditos iniciales donde además de presentarnos a los protagonistas el respetable podrá descubrir imágenes de una poderosa belleza que además sirven como presagio a lo que veremos más adelante, por ejemplo cuando el grupo de forajidos ataviados con trajes del ejercito ingresa al pueblo, el cual es comandado por Pike (un estoico William Holden), podemos observar como en la entrada del lugar un montón de niños juegan torturando a dos alacranes que luchan por su vida cuando los ponen dentro de un hormiguero, por lo que es innevitable que el espectador asi como los hombres que van a caballo queden impactados ante tal postal pues los rostros de los infantes denotan cierta perversidad al tiempo que uno comprende que esta imagen (acojonante de verdad) refleja de manera fehaciente esa fascinación del hombre por la violencia.
Acto seguido el grupo de soldados llega a la calle principal del pueblo e ingresa al banco del mismo, es en ese momento cuando descubrimos que estos en verdad son unos ladrones que han planeado su último golpe pues se enteraron que en dicho lugar había una gran cantidad de dinero, lo que no sabe la banda de Pike (Holden) es que han caído en una emboscada que les ha preparado el dueño de la compañía de ferrocarriles al cual le han causado infinidad de problemas con sus constantes robos y es por esto que ha contratado a un grupo de caza recompensas para que acaben de una vez por todas con esos, sin embargo otra revelación será la que perturbará de sobremanera a Pike cuando descubra que Deke (Robert Ryan) un antiguo amigo lidera a los hombres que tratan de eliminarlos.
Lo que sigue después es presenciar una de las más acojonantes, emocionantes y soberbiamente montadas secuencias de tiroteos que se hayan visto en la historia del cine (Michael Mann y John Woo son incuestionables deudores de Peckinpah ¡si señor!) cuando los hombres de Pike tratan de escapar de la trampa que les han tendido, es por esto que las muertes comienzan a sumarse a ritmo de ralenti cuando los matones disparan a diestra y siniestra sin importar que la calle principal este llena de gente inocente, por lo que los cuerpos empiezan a caer y la pantalla se tiñe de ese rojo carmín que tanto gustaba al director norteamericano y que sirve indudablemente para transmitir casi de forma poética la violencia mostrada en pantalla. Para el recuerdo quedan en mi mente los rostros desesperanzadores de una pareja de niños que con lágrimas en los ojos presencian la barbarie que se desarrolla entre sangre, tierra y olor a pólvora.
Inclusive el discurso sobre la marginación social o la intolerancia (las cuales generan violencia a varios niveles) esta presente de manera bastante incisiva, solo basta con observar al grupo de caza recompensas que encabeza un rendido Deke (Robert Ryan), pues estos sujetos son peores que los hombres a los que quieren eliminar, no tienen ética ni principios y solo actúan por ambición económica. Lo mismo pasa con el personaje del General Mapache que interpreta correctamente “El Indio” Fernández pues este al igual que los bandoleros se convierte en un símbolo que refleja los peores aspectos de los excesos humanos.
Por otra parte no cabe duda que otro de los aspectos más notables en el film son la puesta en escena y el montaje tanto como la planificación de las secuencias de acción (el tiroteo en el puente es emocionante y el último enfrentamiento entre las pandilla contra los hombres de Mapache no tiene desperdicio). Cuanta razón tenía mi amigo Juan Pablo cuando me comentaba que hasta Quentin Tarantino es heredero del buen Sam, pues cuando uno vislumbra sobre todo La Pandilla Salvaje puede constatar que el diseño de personajes, la manera de abordar ciertas elipsis de la historia (los flashbacks nos van contando la relación entre Pike y Deke) e incluso el tono de la misma se asemejan mucho a los trabajos del director de Pulp Fiction.
Acto seguido el grupo de soldados llega a la calle principal del pueblo e ingresa al banco del mismo, es en ese momento cuando descubrimos que estos en verdad son unos ladrones que han planeado su último golpe pues se enteraron que en dicho lugar había una gran cantidad de dinero, lo que no sabe la banda de Pike (Holden) es que han caído en una emboscada que les ha preparado el dueño de la compañía de ferrocarriles al cual le han causado infinidad de problemas con sus constantes robos y es por esto que ha contratado a un grupo de caza recompensas para que acaben de una vez por todas con esos, sin embargo otra revelación será la que perturbará de sobremanera a Pike cuando descubra que Deke (Robert Ryan) un antiguo amigo lidera a los hombres que tratan de eliminarlos.
Lo que sigue después es presenciar una de las más acojonantes, emocionantes y soberbiamente montadas secuencias de tiroteos que se hayan visto en la historia del cine (Michael Mann y John Woo son incuestionables deudores de Peckinpah ¡si señor!) cuando los hombres de Pike tratan de escapar de la trampa que les han tendido, es por esto que las muertes comienzan a sumarse a ritmo de ralenti cuando los matones disparan a diestra y siniestra sin importar que la calle principal este llena de gente inocente, por lo que los cuerpos empiezan a caer y la pantalla se tiñe de ese rojo carmín que tanto gustaba al director norteamericano y que sirve indudablemente para transmitir casi de forma poética la violencia mostrada en pantalla. Para el recuerdo quedan en mi mente los rostros desesperanzadores de una pareja de niños que con lágrimas en los ojos presencian la barbarie que se desarrolla entre sangre, tierra y olor a pólvora.
Empero Pike (Holden), Dutch (Ernest Borgnine), Lyle (Warren Oates), Ángel (Jaime Sánchez) y Tector (Ben Johnson) son los únicos que logran escapar de la masacre y huyen hacia México para evadir a los caza recompensas que comienzan su búsqueda. Ya en territorio mexicano la pandilla descubre que el robo y la matanza provocada (hubo algunas bajas en el equipo) no sirvió de nada pues los costales que lograron extraer del banco solo contenían argollas de metal que se pusieron en lugar de dinero, motivo por el cual se confirma que todo fue un plan para eliminar a la pandilla.
Por tal motivo los hombres se sienten derrotados y cansados por lo que deciden acompañar a Ángel a su pueblo para descansar y esconderse por un tiempo, ya en ese lugar la banda de Pike descubren el desolador panorama en el cual viven los habitantes de dicho sitio, momentos después un anciano le platica a Ángel que el culpable es el General Mapache (un genial Emilio Fernández), un dictador que gracias el apoyo del gobierno Santa Ana saquea pueblos cometiendo infinidad de atropellos para reclutar gente para poder enfrentar a los hombres de Pancho Villa, incluso el anciano le comenta a Ángel que Teresa (la antigua mujer de este) se fue con el ejército del general.
Es por esto que Ángel quiere buscar a Mapache para matarlo (pues también es el asesino de su padre), pero Pike le dice que esta no es su lucha, que ellos no pueden hacer nada, sin embargo en determinado momento las circunstancias llevaran a estos hombres sin moral a trabajar para el dictador (cuando atraquen un tren lleno de armas) sin saber que esto solo desencadenará más muerte y a su vez la redención de estos cuando comprendan que aun siendo unos bandoleros pueden hacer lo correcto.
Con esta premisa Sam Peckinpah firma uno de sus mejores filmes, pues este western crepuscular además de ser una solvente cinta de género, es también una alegoría abstracta de la condición humana que roza incluso el lirismo puro a través de esas viñetas que muestran hombres ataviados con sombrero y pistolas. Por tal motivo la construcción de personajes es pieza neurálgica para que la historia funcione, por lo que no es casualidad que la cinta se encuentre despojada de “héroes manidos” y solo se encontremos seres humanos llenos de conflictos emocionales, morales o éticos.
Es por esto que a Peckinpah no le tiembla la mano al mostrar un panorama tan desolador en donde incluso la figura inmaculada que deberían representar los niños (que aparecen a lo largo de la historia) queda manchada de perversión con el objeto de representar esa corrupción casi inherente con la que cuenta el hombre por naturaleza, basta con ver al crío que pertenece al ejército del General Mapache para constatar esto, el cual en un momento bastante puntual del excelente clímax final mata a uno de los hombres de Pike.
Asi mismo hay que decir que la elección del reparto es genial pues tanto William Holden como Ernest Borgnine se comen la pantalla con sus crepusculares actuaciones, además de que destilan una enorme química entre ellos, empero el personaje más atrayente quiza para un servidor sea el que compone Robert Ryan como Deke, pues este representa de algún modo al espectador que se ve obligado a seguir la historia sin poder hacer nada más que ser testigo de los hechos. Y de Emilio Fernández debo decir que compone un villano a la altura de las circunstancias que además hace que el espectador lo odie por ser tan miserable.
Finalmente solo puedo recomendar que no dejen de ver La Pandilla Salvaje, pues esta cinta cuenta con infinidad de aspectos tanto plásticos como discursivos que la vuelven una obra indispensable en la cinematografía universal, además de que ponen de manifiesto la destreza del maestro Peckinpah para plasmar relatos meramente humanos aunque no sea Bergman ni Woody Allen.
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