Año: 2013
Duración: 126 min.
País: Estados Unidos
Director: Spike Jonze
Guión: Spike Jonze
Música: Arcade Fire, Owen Pallett
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Reparto: Joaquin Phoenix, Scarlett Johansson, Amy Adams, Rooney Mara, Olivia Wilde, Chris Pratt, Sam Jaeger, Portia Doubleday, Katherine Boecher, Alia Janine, Matt Letscher
Productora: Sony Pictures Worldwide Acquisitions (SPWA) / Annapurna Pictures
Género: Ciencia Ficción.
Las películas de Spike Jonez tienen la
particularidad de combinar el mundo real con el universo onírico, cualidad
narrativa en el cual se formulan interrogantes existenciales sobre el ser, como
en Being
John Malkovich (1999) donde el director plantea la tesis que versa sobre qué
pasaría si se fuese otra persona y como todos somos marionetas de un sistema,
en Adaptation (2002) la cosa se torna no menos compleja y se nos presenta una
especia del 8 ½ (Federico Fellini , 1963) donde Nicolas Cage se pone el traje
de actor serio e interpreta a los hermanos Kaufman (guionistas de la propia
cinta) y se exponen las neurosis que provoca muchas veces el proceso creativo,
por lo cual la narración va tomando tintes en plan meta. Y más recientemente en
Donde viven los Monstruos (2009) Jonze
nos manda a un viaje intrínseco a las profundidades más lúgubres y salvajes del
propio ser humano a través de un cuento infantil para enfrentar los propios
demonios personales.
Pues
bien en Her (Ella) Spike Jonze crea un relato bastante intimista, irónico y por
qué no decirlo tierno, sobre los procesos de despersonalización del sujeto como
consecuencia del uso desmedido de tecnología y como afecta esto cognitiva y
sensorialmente al individuo común y corriente. La cinta nos cuenta la historia
de un futuro no muy lejano, donde un individuo llamado Theodore (Jaquin
Phoenix) de personalidad reservada dedica su vida a escribir cartas bastante
emotivas a infinidad de personas (su trabajo consiste en redactar dichos
escritos para expresar diferentes emociones según lo pida el cliente), no pasa
mucho tiempo para descubrir que la tristeza que emana de nuestro protagonista se
debe a que le han roto el corazón pues lleva un tiempo de haberse divorciado ya
de su mujer (Rooney Mara), por lo cual
no se relaciona de manera profunda con ninguna persona, y su única válvula de
escape es su trabajo.
Empero
cierto día Theodore encuentra en venta un novedoso sistema operativo (voz de
Scarlett Johansson) que cuenta con características bastante novedosas como el
hecho de descubrir que dicho software se halla como una entidad con inteligencia
artificial que puede desarrollar intuición, razonamiento y lo más sorprendente;
emociones y toma de decisiones (ella se autonombra Samantha), por lo cual se
vuelve la única compañía de nuestro lánguido protagonista quien se mantiene en contacto a través de su dispositivo móvil. Es así que entre
este peculiar par inicia una relación en
donde el ente humano desarrolla esa
capacidad por compartir sus anhelos, tristezas y cuestionamientos que envuelven
su propia humanidad, (los cuales era incapaz de mostrar ante otras personas)
haciendo que su contraparte (si se puede llamar utópica) inicie a replicarlo también
en estos ámbitos; creándose así posteriormente una relación sentimental que acarreara
por supuesto los mismos pormenores de iniciar un vínculo con cualquier otra
persona, puesto que Theodore y Samantha experimentaran la emoción de la amistad, el
enamoramiento, la adaptación en intereses y caracteres diferentes que los hacen
únicos como sujetos, la crisis existencialista que también causa encontrarse en
una correspondencia al revelar que en ocasiones los caminos los llevaran por
diferentes destinos, y por supuesto la inevitable ruptura que causa esa
perfecta imperfección que en ocasiones marcan las complejas relaciones
interpersonales.
Empero
el guión de Jonze no solo explora en los aspectos que he mencionado con
anterioridad, ese estudio que no es poca cosa pues el hecho de que el
realizador borde dichos planteamientos con herramientas argumentales basados en
un universo que bien podría entrar en los terrenos de la ciencia ficción, por
supuesto amplían la credibilidad y la tesis del propio relato; pero lo más
sorprendente quizá (y gratificante por lo menos para un servidor) es también descubrir ese jugoso discurso entre
líneas que más bien podrían considerarse cuestionamientos al propio espectador
como aquellos que versan sobre la trascendencia espiritual (que no religiosa)
por encima de la materia o la infinidad intelectiva
que podría alcanzar el sujeto cuando logre desprenderse de todas sus ataduras;
de ahí que por momentos el relato se torna bastante Nietzscheziano.
Por
tal motivo el relato se vuelve de vital importancia para el espectador, pues
dichos cuestionamientos filosóficos, tecnológicos y humanistas están tan bien
planteados que estos corren a través de las motivaciones de los protagonistas,
aspecto que finalmente repercute en la tridimensionalidad de los mismos. De ahí
que el personaje que interpreta soberbiamente Joaquín Phoenix inevitablemente se
torna conmovedor, sus vivencias le importan al espectador pues estas se
muestran con naturalidad y coherencia, aun y cuando nos enfrentamos a una
peculiar premisa que significa visionar la relación amorosa entre un humano y
un “ente” generado por computadora, empero es aquí quizá donde radica la
maestría y genialidad para hacer que el relato no se tome en broma, al tiempo
que también descubrimos como el realizador de Being John Malkovich se burla de manera cínica e inteligente sobre la condición que hemos desarrollado los
individuos para relacionarnos y comunicamos
a través de las dichosas redes sociales
y demás aditamentos o gadgets para “socializar”.
De
ahí que el relato, el discurso y por supuesto la forma hacen de la cinta una
obra redonda como pocas, pues esta se descubre visionaria y honesta; por
supuesto todo esto se logra también a que la actuación de Phoenix es soberbia,
pues encontramos a un actor que se mimetiza con su personaje (pues se intuye
que entiende la fuente original como es el guion) y que por supuesto logra
trascender a través de este a su personaje. Así mismo Phoenix se rodea de secundarios
de lujo como Amy Adams que vuelve a aprovechar el tiempo disponible frente a
pantalla para desmenuzar con talento otro complicado personaje a nivel psicológico
(como ya nos tiene acostumbrados), Olivia Wild y Rooney Mara hacen los mismo
para ponerle rostro a los infortunios femeninos que sortea el personaje
principal; y por supuesto Scarlett Johansson logra darle vida propia a Samantha
con tan solo prestar su melosa y por momentos sensual voz, la cual solo hace que el espectador se
interese más y más por su personaje gracias
a las meditaciones que va realizando durante el transcurso de la historia.
Por
último y no menos importante hay que enfatizar ese diseño minimalista y
futurista que aporta la visión de Austin Grog (director de arte) pues logra que
el universo que estamos presenciando se perciba
cercano, gracias a la arquitectura, entornos y formas en las cuales
cohabitan los personajes; claro esto se enfatiza también gracias a la visión
plástica que aporta el director de fotografía Hoyte van Hoytema quien con la
aplicación de una paleta en tonos fríos y algunas pinceladas de algunas más
cálidas redondea ese universo que a veces se percibe anacrónico por lo
futurista y en ocasiones tan temporal que resultan las viñetas mostradas.
Finalmente la banda sonora compuesta por la banda Arcade Fire y el arreglista Owen
Pallett hace que cada pasaje mostrado destile esa melancolía que impregna al
filme.
Así que no queda más que recomendar de manera tajante
y casi obligada la revisión de esta extraordinaria cinta, la cual se vuelve
cada vez más y más enriquecedora en cada visionado y nos hace la reflexión obligada
de que será lo próximo con lo que Spike Jonze nos sorprenderá.
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