Año: 1975
Duración: 117 min.
País: Italia
Director: Pier Paolo Pasolini
Guión: Pier Paolo Pasolini (Novela: Marqués de Sade)
Música: Ennio Morricone Fotografía: Tonino Delli Colli
Reparto: Paolo Bonacelli, Giorgio Cataldi, Umberto Paolo Quintavalle, Aldo Valletti, Caterina Boratto, Elsa De Giorgi, Sonia Saviange
Productora: Coproducción Italia-Francia
Género: Drama.
Fue en el año de 1785 que el marqués de Sade
escribió Los 120 días en Sodoma (o La Escuela del Libertinaje) durante su
estancia en la prisión de Bastilla, en dicha novela el escritor narra una serie
de atrocidades (para ser exactos seiscientas que comprenden los cuatro pasajes
del libro) en las cuales se explica con total exactitud y explicitud infinidad
de prácticas que comprendían el asesinato, la pederastia, zoofilia, necrofilia
y una larga lista de filias proporcionadas por cuatro libertinos que han
decidido dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Motivo por el cual dicho
manuscrito (como casi toda su obra) era considerada no menos que pornografía y
un acto blasfemo, sin embargo para aquel que haya leído la obra de Sade (o los
120 días en Sodoma en especial) podrá asistir que detrás de tan horribles
acontecimientos, se encuentra una acérrima critica a las instituciones como la
iglesia, la clase política, y al propio pueblo sometido, por lo cual los
acontecimientos ahí narrados son por supuesto parábolas de la condición humana,
una verdadera obra literaria que trasciende su época por lo actual de su
discurso.
Pues bien tuvieron que pasar casi dos siglos para
que otro autor (probablemente el último hombre del renacimiento en pleno siglo XX, pues escribía poesía, ensayos, era escenógrafo y en su última etapa director de cine) como Pier Paolo Pasolini (también
criticado y vapuleado por sus posturas ideológicas) retomara los 120 Días del
marqués para hacer una reinterpretación, ahora a través del medio audiovisual,
por lo cual y sin temor a equivocarme puedo acotar que surge una de las cintas
más arriesgadas, inteligentes y contestatarias en la historia del cine, pues
tener los cojones de llevar a cabo dicho texto es toda una proeza sobre todo
cuando se hieren intereses a varios niveles, especialmente cuando se les tocan
los cojones a los cotos de poder, de ahí que el asesinato del propio Pasolini después
del estreno de dicha cinta siempre servirá para especular la verdadera razón
del artero crimen, el cual por cierto jamás calló el espíritu inconforme del
autor italiano, si no contrariamente lo hizo más fuerte después de su deceso.
El filme se ambienta en la Italia fascista de
Mussolini, por lo cual podemos presenciar ya de entrada ese ambiente lúgubre y
pesimista en la cinta (se muestran infinidad de soldados), acto seguido
aparecen cuatro sujetos en un cuarto los cuales acaban de firmar un documento de
vital importancia (el cual se conocerá posteriormente como ese manual del
libertinaje); estos tipos son un Obispo (Giorgio Cataldi), un Duque (Paolo
Bonacelli), un Magistrado (Umberto Quintavalle) y el Presidente (Aldo Valletti),
quienes después de acuñar sus firmas salen a una campiña alejada de la ciudad.
Posteriormente en dicho lugar tres putas de edad avanzada conocidas como las
señoras Castelli (Caterina Boratto), Maggi (Elsa De Giorgi) y Vaccari (Helene
Surgere) se encargan de mostrarle a estos sujetos a varias niñas que fueron
raptadas con anterioridad (que rozan los 15 años de edad) como si de ganado se
tratara; estas son despojadas de sus ropajes
para que los individuos las toqueteen y las escojan a su antojo. Así
mismo otros cuatro sujetos que no rebasan los dieciocho años de edad (conocidos
como los jodedores o fornicadores) muestran a los cuatro libertinos también a
un tanto más de jóvenes (ahora varones) también de la edad de las chicas, se
repite el método de inspección y selección. Por último tanto el Obispo, el
Duque, el Magistrado y el Presidente deciden que entre estos se casaran con sus
propias hijas entre ellos, para que el trato quede cerrado y puedan aplicar
infinidad de vejaciones a estas también.
Ahora ya que todo está “servido” los cuatro
libertinos emprenden un viaje a un castillo alejado de la civilización junto al
sequito de acompañantes para darle rienda suelta a sus más oscuros y perversos deseos.
En ese castillo se leen las normas del libro del libertinaje, prácticamente a las
ocho chicas y los ocho chicos ya nos les pertenecen sus vidas, durante los
siguientes cuatro meses estos serán utilizados en prácticas tan repugnantes y infrahumanas
que la muerte rápida será casi un regalo inexistente para estos. Pues mientras
las tres “señoras” cuentas sus eróticos relatos, los cuatro libertinos
fornicaran, violaran, sodomizaran y harán de los jóvenes lo que les plazca,
todo esto hasta un apabullante y totalmente desgarrador final que no deja
indiferente al espectador.
Visualizar Saló no es nada sencillo pues las
imágenes que transmite Pasolini en cada fotograma son duros y bestiales, esto
porque se encuentran cargados en su totalidad de nihilismo puro, ese nihilismo
a la propia humanidad encarnado en unos personajes que no le importan un carajo
al autor de Mama Roma (1962), que son mostrados como simples carnes de cañón
(aspecto que traduce bastante bien de la obra de Sade), y es que de esto trata
la historia, de que el espectador que se encuentra frente a la pantalla vea las
atrocidades que los personajes principales
ejercen sobre sus víctimas sin que nada se pueda hacer. De ahí que
indudablemente el autor invita al respetable a ser partícipe de lo que está
pasando frente a sus ojos. Por supuesto al igual que el relato original y aun con
las concesiones tomadas por el autor italiano al trasladar el mismo a la gran
pantalla, la cinta es una desgarradora parábola, una exploración a los lugares
más oscuros y recónditos del comportamiento humano.
De ahí que Pasolini vuelve a mostrar esa vena
ideológica que tantos problemas le acarrearon en toda su carrera como autor por no quedarse callado; motivo por el cual no es casualidad que los cuatro principales
personajes representen los poderes facticos que tanto daño hacen al hombre
cuando son llevados al extremo o simplemente desvirtuados en su naturaleza (la
religión, la política y la economía), por tal motivo es imposible encontrar
algún aspecto gratuito tanto en fondo como en forma en Saló o los 120 días en
Sodoma, es por esto que las escenas que muestran ingesta de excremento por
parte de los personajes (una de las más asquerosas y repugnantes del filme),
vejaciones a nivel sexual y psicológica; o para finalizar simplemente la
tortura y el genocidio, son aspectos que Pasolini traduce a nivel visual de
forma bastante cruda sin concesiones para con el respetable. Más sin embargo y
por si la propia naturaleza de las imágenes no fueran lo suficientemente shoqueantes,
estas duelen aún más por el discurso que se transmite entre líneas, por lo cual
y como comentaba anteriormente, esta cinta no es fácil de ver no es para todos,
pues además de soportar la tortuosa experiencia sensorial de visionarla; el
espectador tendrá que hacer un esfuerzo para descifrarla.
¿O acaso esa ingesta y baño de excremento o la
penetración fálica asestada en cualquier orificio anatómico por parte de los
cuatro libertinos a sus víctimas, no es más que una aproximación si usted quiere
llamarlo bucólica por parte del autor para representar las condiciones
sociopolíticas actuales del hombre? y es que el Saló de Pasolini como el propio texto de Sade es
indudablemente una alegoría que desgraciadamente no se torna para nada anacrónica aun con los años. De nuevo
pregunto, ¿acaso la implementación del capitalismo y el neoliberalismo como
sistemas económicos no son menos que dichas vejaciones para una sociedad
moderna?, o trabajar largas jornadas
laborales a cambio de míseros sueldos para tratar de adquirir préstamos
hipotecarios impagables, ¿no son estocadas para la mayoría de las familias de
una sociedad actual que solo busca subsistir, mientras los sujetos que se
encuentran en las esferas de poder, insensibles como los mencionados libertinos
ven como millones de personas perecen diariamente mientras estos se pudren en
riquezas económicas?, al tiempo que la religión sirve como ese placebo para que
dicho viacrucis parezca menos doloroso, aun y cuando este no sirva de nada como
mencionaba Nietzche en su obra El Anticristo.
Es por eso que Pasolini habla de esa mierda en la
cual estamos inmersos, esa mierda que se encuentra en nuestras conciencias, en
nuestra ignorancia, esa mierda que aunque siempre este presente solo podrá ser
minimizada dejando de lado la indiferencia y la apatía a varios niveles
intelectivos y culturales; aspectos que se encuentran palpables en la obra de
Pasolini, pero que indudablemente en esta cinta son más tangibles; es por ese
motivo que esta cinta debe verse, pues su mensaje aunque duro no debe pasarse
por alto. Ahora bien en cuanto a su apartado formal en lo que se refiere a los
aspectos cinematográficos, el filme es portentoso, la puesta en escena es
excelente pues la implementación en su mayoría de planos generales y una
composición simétrica, hacen que todos los elementos que ahí se contienen brillen
en la narración. Por supuesto el autor de Accattone (1961) emplea una crónica
pausada para que se desarrollen todos los aspectos neurálgicos de la historia y
por supuesto los perfiles psicológicos de los personajes principales.
Por otra parte hay que puntualizar que tanto el
cuarteto principal de actores (los
ya mencionados Giorgio Cataldi, Paolo
Bonacelli, Umberto Quintavalle y Aldo Valletti), así como el resto del reparto
encaran con osadía unos personajes bastante difíciles de desarrollar, haciéndolo
con total aplomo que merecen toda la admiración del respetable. Locura,
desolación, muerte, vergüenza, dolor y una falta total de redención son los
aspectos que se encuentran en los performances de los actores, aspectos que
hacen aún más enriquecedor el resultado final de dicha obra y por supuesto su
mensaje semántico final. Ya para finalizar diré que Saló o los 120 días en
Sodoma es una obra arriesgada la cual debe verse aun y cuando resulte repulsiva
en su visionado, pues este es un cine que no busca complacer, si no
contrariamente trascender gracias a la honestidad de su propia naturaleza como
debería ser el propio arte.
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