AÑO: 2012
DURACIÓN: 97 min.
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Andrew Dominik
GUIÓN: Andrew Dominik (Novela: George V. Higgins)
FOTOGRAFÍA: Greig Fraser
MUSICA: Varios
REPARTO: Brad Pitt, Scoot McNairy, Ben Mendelsohn, Richard Jenkins, James Gandolfini, Ray Liotta, Vincent Curatola, Trevor Long, Max Casella, Slaine, Sam Shepard
PRODUCTORA: Plan B Entertainment 1984 / Private Defense Contractors / Annapurna Pictures / Chockstone Pictures / Inferno Entertainment
GÉNERO: Cine Negro.
“Estados
Unidos no es un país es un negocio, así que dame mi maldito dinero”
Jackie
Cogan (Brad Pitt)
Mientras una toma nos muestra
las miserables, rehuidas y sucias calles de una abandonada ciudad de los
Estados Unidos (no importa exactamente cuál sea pues la decadencia se respira
en toda la nación) un sujeto con vestimenta andrajosa (Ben Mendelsohn) que
pasea un perro camina a través de ellas, mientras un gran espectacular anuncia
la campaña de reelección del presidente Barack Obama. Instantes después Russell
(Mendlsohn) se encuentra con otro sujeto llamado Frankie (Scoot McNary) con el
cual entabla una conversación sobre entrevistarse con un tipo al cual conocen
como Johnny “la ardilla” (Vincent Curatola), el encargado de una tintorería que
piensa contratarlos para cometer un robo el cual dice Frankie no puede fallar.
Total que este par de
perdedores (ambos acaban de salir de la cárcel) hablan con Johnny Amato y este
les explica que a quien van a robar es a Markie Trattman (Ray Liotta) un
mafioso local que organiza juegos de cartas en su casa, motivo por lo cual
fluctúa gran cantidad de dinero en ese lugar. Y es que el punto nodal en el
plan de “la ardilla” es inculpar de auto robo a Trattman pues este años atrás
simulo el robo a su casino casero haciendo creer a sus asistentes que fueron
atracados por mafiosos foráneos; sin embargo después de algunas investigaciones
y unas cuantas palizas Trattman salió airoso del evento y todos olvidaron el
suceso. Empero en una noche de alcohol el buen Markie confeso su fechoría y sus
amigos tomaron el evento como una “puntada”, pero por supuesto si esto volviera
a suceder la mafia no perdonaría de nuevo a Trattman.
Y así sucede Frankie y Russell
llegan la noche de juerga de cartas en el hogar de Trattman con todos los
integrantes de la mafia local y cometen el atraco, sin embargo lo que podría
parecer tan obvio y fácil se torna más complejo; y aunque el par de ladrones
logran el jugoso botín, pues la mafia (la cual trabaja como un corporativo)
decide enviar a Cogan (Brad Pitt emulando a Johnny Cash en ropajes y
lo mejor que anuncia que se avecina una tormenta cuando los acordes de The Man
Comes Around resuenan mientras este entra en escena) un matón a sueldo para que investigue quien está detrás
del robo de la casa Trattman y ajuste cuentas de una vez por todas, lo que inevitablemente
desembocara en más muertes. A grandes rasgos esta es la trama de esta
inquietante, mal sana, violenta, pero sobre todo inteligente cinta que
representa el tercer largometraje de Andrew Dominik, en la cual esa historia
sobre mafias locales sirve como telón para mostrarnos un incisivo análisis
sobre la decadencia humana en todos los aspectos (económico, social, cultural, etc.)
al tiempo que logra entretejer una salvaje historia de crimen que recuerda a lo
mejor de Scorsese pero con identidad propia.
Y es que lo mejor del filme
(además del discurso intelectual) es la manera en que Dominik va metiendo al
espectador en la trama, todo gracias a inteligentes diálogos y poderosas interpretaciones;
de ahí que el robo que realizan los dos perdedores (fehacientes símbolos de la
llamada basura blanca) se perciba como ese mcguffin que solo hará que el
protagonista que interpreta Pitt sea el hilo conductor de tan sórdida historia.
Basta con presenciar las conversaciones entre Cogan (Pitt) y el abogado de la
mafia (Richard Jenkins) quienes disertan sobre cómo y a quien han de mandar
tres metros bajo tierra por los hechos en la casa de Trattman , y por si fuera
poco y tal vez lo más sorprendente quizá, será descubrir que el negocio de la
mafia opera como cualquier empresa que se encuentra sujeta a los cánones del
capitalismo más puro con organigramas y toma de decisiones (de hecho el filme
mantiene una postura bastante crítica sobre las consecuencias de estar bajo un
régimen capitalista y las consecuencias que produce este como por ejemplo el
declive cultural, económico y humano en la nación de las barras y las
estrellas), por lo cual encontramos que el personaje de Pitt difiere con su
contraparte pues para el sería más fácil matar a los sujetos que cometieron el
robo y ya dar ese mensaje que con la mafia no se juega (como se hacía antes
para dar una lección), mientras que el personaje de Jenkins necesita pedir
autorización al “corporativo” para realizar tal o cual acción.
Incluso la corta pero efectiva
aparición de James Gandolfini como el matón que ha de ayudar a Pitt en su tarea
(en uno de sus últimos papeles) también pone de manifiesto las deficiencias con
las que opera el sistema judicial norteamericano (aunque esto se da en todos
los países desgraciadamente) cuando expone de manera fehaciente lo risible de descubrir
que es más fácil ir a la sombra (cárcel) unas largos años por traer armas para
caza sin permiso, que haber cometido infinidad de asesinatos como es el caso de
Mickey (Gandolfini). Así mismo resulta fascinante descubrir las motivaciones
psicológicas de los personajes, pues aun
y cuando parecen bastantes desprovistos de moral, estos se encuentran llenos aspectos
que los hacen descubrirse como un reflejo de lo fastidiado que están los
valores humanos; por ejemplo el personaje de Pitt se revela como resultado de
las políticas sociales del sistema de su propio país (los jodidos se joden más
y los ricos se enriquecen más), por lo cual ha encontrado en el asesinato
cierto equilibrio para saciar su desequilibrio mental y por supuesto generar
ingresos monetarios.
Por su parte los perdedores
(interpretados magistralmente por Ben Mendelsohn y Scoot McNary) solo actúan por
supervivencia y al no tener ningún tipo de ambición o visión sobre la vida pues
acabaran muertos (aunque ya lo estaban en vida). Por lo demás, los personajes de
apoyo como el de Ray Liotta (que al pasar los años demuestra que buen actor de
soporte es), el del propio Gandolfini (que le bastan 10 minutos para comerse la
pantalla) y el de Richard Jenkins, logran nutrir y darle una visión más amplia
a este sombrío relato. Y como personaje central también podemos descubrir la
figura de Barack Obama, quien aparece constantemente en el metraje, ya sea con
discursos o propaganda, de ahí que las intenciones de Dominik no son para nada
veladas en señalar las fallas políticas y sobre todo los sueños rotos de
millones de norteamericanos que vieron en el primer presidente afroamericano una
esperanza de cambio.
Por si esto no fuera poco y aun
cuando hallamos diálogos demoledores e interpretaciones acojonantes (Pitt está más
que correcto), Andrew Dominik también nos regala imágenes hermosas gracias a
una cuidada fotografía y una puesta en escena precisa que hace que algunas
escenas presentadas en ralentí (como el asesinato de Trattman cruelmente rodado sin piedad) lejos de parecer
como anuncios de perfume, se descubren como pequeñas parábolas para redondear
constantemente el discurso planteado en el guion, el cual también se apoya en
una banda sonora de lujo. Así que si usted no vio Mátalos Suavemente no deje
pasar la oportunidad de ver esta magnífica cinta, la cual se encuentra llena de
aristas discursivas, y que nos recuerda que tal vez debería haber más cintas así
(de hecho a su servidor le hizo añorar la mejor época de Oliver Stone cuando
este puntualizaba los defectos de su nación de manera inteligente y sagaz),
aunque no haya final feliz ni héroes, solo una realidad tan cruda y
lapidante como los asesinatos que vemos frente a la pantalla.
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