
AÑO: 2002
DURACIÓN: 116 min.
PAÍS: Canada
DIRECTOR: Atom Egoyan
GUIÓN: Atom Egoyan
MÚSICA: Mychael Danna
FOTOGRAFÍA: Paul Sarossy
REPARTO: Charles Aznavour, Christopher Plummer, Elias Koteas, Eric Bogosian, Arsinée Khanjian, Brent Carver, Marie-Josée Croze, Bruce Greenwood, David Alpay
PRODUCTORA: Miramax
WEB OFICIAL: http://www.miramax.com/ararat/index.html
GÉNERO: Drama
Si un evento se ha retratado infinidad de ocasiones en el cine, es sin duda el del holocausto judío, el cual hasta la fecha es uno de los pasajes más dolorosos en la historia moderna de la humanidad. Es por ese motivo que han existido producciones tan fastuosas como La Lista de Schindler (1993) del señor Spielberg, que en dos ocasiones más a tratado de revisar esta historia con mayor o menor acierto con Rescatando al Soldado Ryan (1998) y Munich (2005), que dan la sensación de ser obras un tanto incompletas, ya que aunque cumplen con creces su apartado visual, en su discurso flaquean por estar plagadas de grandilocuencia.

Es por eso que el realizador canadiense Atom Egoyan de descendencia armenia, aborda con Ararat (el cual es un monte a las afueras del pueblo del mismo nombre, donde se desarrolla parte de la historia) un tema no menos espeluznante y lo que es peor poco conocido, el exterminio del pueblo armenio a manos del Gobierno Turco. Sin embargo y lejos de realizar la típica cinta donde se desarrollan personajes situados en la epoca del conflicto, Egoyan opta por contarnos esta a través de diversos personajes en tiempo presente.

Después asistimos a otra escena, en donde David (Plummer) desayuna con su hijo Philip (Brent Carver), la pareja de este, Ali (Elias Koteas) y su nieto. En este escena se dan algunas reflexiones donde se cuestiona la solvencia de religión como una institución y la tolerancia hacia los sectores marginados de la sociedad (como podría ser la comunidad gay), los cuales giran en torno al personaje del menor, lo que hace más interesante esta.
En otro punto de la historia conocemos a Ani (Arsinée Khanjian) una escritora que ha investigado la vida de un pintor armenio llamado Gorky, sobre todo lo referente a una enigmática pintura que realizo el artista y en donde aparece él cuando era niño con su madre, esta imagen hace referencia a los acontecimientos del genocidio armenio que se dio aproximadamente en el año 1909. Por tal motivo Ani (Khanjian) exorciza sus demonios a través de la investigación de este personaje, el cual fue fundamental en la resistencia armenia cuando era niño.

Sin embargo un acontecimiento (la filmación de la cinta de Arshile) hará que Ani, Raffi, David, Ali y Celia enfrenten sus propios demonios internos a través de esta cinta, por tal motivo aspectos como la fe, la religión, el amor, la libertad, la sexualidad, pero sobre todo la exposición de la verdad a los sucesos ocurridos, serán debelados para que esto nunca vuelva a suceder, por lo cual el verdadero mensaje de la cinta es la de la tolerancia en todos los aspectos.
Con este planteamiento el realizador canadiense entrega una interesante y no menos emotiva cinta, donde la mayor virtud es sin duda la narrativa, la cual aunque en ocasiones pudiera percibirse lenta e incluso dispersa (por la gran variedad de personajes y situaciones que convergen), esta conforme avanza nos muestra los diversos elementos que enriquecen el relato, el cual dicho sea de paso conecta con el espectador ya que se presenta despojado de artimañas sensibleras y no tiene otra finalidad más que la de mostrar los hechos.

Esto se logra gracias a que los personajes tienen la misma importancia en la historia, además de que sus motivaciones, reacciones, conflictos, etc. se pueden percibir como reales, por lo que se evitan los clichés o personajes acartonados. Por otra parte, el apartado visual es estupendo, y la puesta en escena es genial, asi como la recreación de los eventos ocurridos en el siglo XIX (hay que mencionar que Egoyan combina diferentes épocas al contar su historia).
Asi que no me queda otra cosa más que recomendar esta excelente cinta, la cual es un importante documento no solamente a nivel cinematográfico si no antropológico y que además nos recuerda lo idiota que resultan las guerras.
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